Presentación
DOI:
https://doi.org/10.56219/rgp.vi39.803Resumen
Cuando se redactaba este editorial estábamos en la segunda etapa del confinamiento, una medida que los gobiernos por recomendación de sector salud tomaron para resguardar a la sociedad y así mitigar la expansión de contagios de la enfermedad Covid-19. Como es sabido, en todos los niveles educativos quienes hacemos labores de docencia, investigación y extensión nos hemos visto inmersos en escenarios enteramente virtuales que, aun con cierta o ninguna experiencia en la materia, nos llevaron a desafiar nuestra capacidad de adaptación; esto porque la virtualidad se pensaba como un recurso complementario, en contraste con el modelo más extendido de la enseñanza a través de las clases presenciales y frente a la situación de pandemia, se constituyó en protagonista.
Sin embargo, no solo fue la poca o ninguna experiencia que se tenía sobre los entornos virtuales en el área educativa la que dificultó el proceso, sino que también, en el caso de Venezuela, al no contar con los recursos necesarios, particulares ni institucionales, para realizar nuestras funciones como docentes y, más difícil aun, la de investigación; requirió como consecuencia un esfuerzo mayor dentro de las mencionadas labores. En este sentido, ante esta crisis se abrió una nueva manera de ver las cosas, formas emergentes de vivir y trabajar ante el cambio de la interacción social, lo que condujo a tomar decisiones con base en la investigación (elemento que ahora nos ocupa), aumentando la confianza y utilizando el talento y los recursos que poseían los docentes para continuar con su función como investigadores y poder reportar al mundo académico sus hallazgos, interpretaciones y aportes en el área educativa.