https://doi.org/10.56219/letras.v64i105.3290

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Artículo

Introducción

Si se piensa en las necesidades básicas de lo que hoy es la especie humana, se acepta que primero fueron las fisiológicas, había que sobrevivir -como en la actualidad lo hace cualquier ser irracional- y el correspondiente antecesor tomó lo que el entorno le proporcionó. Ingirió el alimento que le rodeaba y, con los recursos que consiguió, se protegió de los embates naturales (v. g. incendios, inundaciones, huracán, seísmo), de otros seres similares (v.g. rival, opositor) o no (v.g. felinos, reptiles). Tiempo después, un homo desarrolló la facultad de hablar, casi seguro impulsado por la necesidad intrínseca de decir, de comunicar, de hacer. Llegado a homo sapiens comenzó el diálogo con el otro y en ese interaccionar surgió la magia de la diversidad. Se puede pretender expresar lo mismo, calcar, reproducir; pero solo se consigue una aproximación.

Se ha repetido muchas veces: las lenguas vivas varían, cambian. No hay modo de evitarlo. No solo porque cada hablante es distinto, no solo porque “cada pájaro tiene su canto” (Rosenblat, 1970, p. 36), sino también porque el mundo, la geografía y las experiencias nunca son iguales. Baste este ejemplo que no pretende reducir, apenas alcanzar; por ello, se instalan linderos que el lector debe completar con la pluralidad de posibilidades que crea conveniente: mientras alguien debe nombrar una lluvia, una noche, una tristeza, un niño; otro debe mencionar un desierto, un día, una alegría, un anciano. En efecto, nada se repite. Como alguien sentenció en la antigua Grecia, “todo fluye, nada permanece”, “nadie se baña dos veces en el mismo río” Nada se repite por más que se parezca. Y el humano es capaz de expresar lingüísticamente la multiplicidad que se incrementa con el empuje del dinamismo social. En cierta manera, estos rasgos impregnan a lo que se ha concebido como diasistema (Weinreich, 1954). La lengua española impone la semejanza, pero el habla la disimilitud.

Tal vez, cuando el maestro de Ginebra, hace un siglo, hablaba de homogeneidad se debió no solo al exhorto de un nuevo abordaje, sino también a la necesidad de organizar el objeto de estudio y a los recursos tecnológicos que conoció. A medida que la tecnología fue capaz de reproducir los códigos lingüísticos, la homogeneidad quedó en la dimensión abstracta, mientras los investigadores interesados en el empirismo avanzaron en la

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Frases o ideas atribuidas a Heráclito de Éfeso en Sobre la naturaleza .