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Artículo
https://doi.org/10.56219/letras.v64i105.3283
también las experiencias humanas asociadas al hambre, la saciedad, la escasez, la bonanza, la gula, la mezquindad, la buena sazón, los utensilios, los aliños, la mesa compartida, y todo aquello que cabe en los campos léxicos de la gastronomía. Esto se convierte en una forma implícita de reflexionar sobre los elementos que conforman la cultura a partir de una necesidad básica: el sustento material del cuerpo.
En contraposición a la multiplicación de los panes, el siguiente texto alude a la escasez: “Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. ” (Heminway, 1989, p. 1). Así, desde el inicio de la obra como en El viejo y el mar o incluso más atrás, como en la obra más universal, El Quijote, el autor después de ubicar geográficamente la escena ‒En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme‒ describe la alimentación del hidalgo, el protagonista: “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos consumían las tres partes de su hacienda” (Cervantes, M. 2004, Cap. I).
En las diferentes formas de expresión de esta disciplina nos encontramos con esos factores que conducen a un aspecto de la alimentación o de la condición humana alrededor de él, solo a manera de esbozo: El lazarillo de Tormes, La buena Tierra, Las baladas del ajo, Las nanas de la cebolla, Hombres de maíz, Como agua para chocolate, Yerma, El diario de Tita, Las mil y una noches, Marcelino pan y vino, Oliver Twist. Los miserables, entre otros.
En el área propiamente del léxico culinario, Martha Torres (2014) destaca algunos trabajos en España que revisan específicamente esta línea de investigación:
Gemmingen (1995), sobre la lengua culinaria del Siglo de Oro; Castro Martínez (1996), en torno al papel de la alimentación en las crónicas castellanas bajomedievales; Leiva Córdoba (2001), que publica un vocabulario cordobés de la alimentación atendiendo a los siglos XV y XVI4; Gemmingen (2004), acerca del Arte cisoria (1423) de Enrique de Villena; Polo Cano (2007 y 2012), sobre el Libro del arte de cozina (1607) de Domingo Hernández de Maceras o Torres Martínez (2012), en torno al Nuevo arte de cocina (1745) de Juan Altamiras. Además, Eberenz (2014: 34) cita las contribuciones de López Quero (2005), sobre la sátira en el léxico gastronómico del Cancionero de Baena, y de Ruiz Otín (1989), acerca del vocabulario de la alimentación en castellano medieval. (p. 298)