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https://doi.org/10.56219/letras.v64i104.3038
Vol. 64 (104), 2024, pp.199-206 - Primer semestre / enero-junio
ISSN-L 0459-1283 e-ISSN - 2791-1179
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¡A… Marte!
Sin duda, siempre hay acontecimientos que marcan un hito. Descubrimientos,
pandemias, guerras, revoluciones, en fin, una gran cantidad de sucesos que han cambiado (y
siguen cambiando) la vida del ser humano a lo largo de la historia. Hasta los amores nos
cambian la vida, para bien o para mal. Tanto así, que podemos hablar de un antes y un después
de aquello. La llegada del hombre a la Luna es uno de esos.
En julio de 1969, llega, por primera vez, el hombre a la Luna. ¡Bombos y platillos!
¡Trompetas de triunfo, por favor! Finalmente, llegamos a la luna. El norteamericano Neil
Armstrong, en el famoso Apolo 11, conquista el suelo lunar. Mi papá diría que es ’tremendo
salto’, muy superior a los alcanzados por nuestra Yulimar Rojas. Y, por supuesto que fue
tremendo. Esa hazaña de alcanzar el espacio representó un gran hito en la historia de la
humanidad. No porque se trate de saltos olímpicos, pero la verdad es que a ese alunizaje lo
llaman “el salto”. Y, literalmente, significa que el hombre, ciertamente, alcanzó la Luna de
un salto (con un “pequeño paso”, dicen); gracias a una extraordinaria y emocionante carrera
espacial emprendida por las dos más grandes potencias del mundo. ¡Gracias, Guerra Fría!
Luego de ese fabuloso momento, no se volvió a visitar la Luna, sino hasta 1972 con
el Apolo 17. A partir de esa fecha, la Luna perdió el interés de los científicos y astronautas.
Nunca más se volvió a mencionar a este astro, a no ser en los poemas donde siempre está
maravillosa y luminosa. De manera que fue solo con el Apolo 11 el primer contacto
extraterrestre reseñado públicamente. Y cuando digo “extraterrestre” no me refiero a contacto
Mercedes Guanchez
mercedes.guanchez@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3549-359X
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Profesora egresada del Instituto Pedagógico de
Caracas, con postgrado en Literatura Latinoamericana
en la misma universidad (UPEL). Docente
universitaria (jubilada) de la Cátedra de
Instrumentación Didáctica del Área de Lengua y
Literatura del Departamento de Prácticas Docentes del
IPC. Profesora contratada de la UCAB para la cátedra
de Literatura infantil y juvenil, Producción y
comprensión de textos de la escuela de Educación, y
Letras, respectivamente.
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con otras especies siderales (al menos no hasta entonces). No. Me refiero al contacto con el
satélite de La Tierra que queda a 384,400km de viaje (pero que en realidad cuenta 5,5 días
promedio de distancia). Y les cuento que todavía sigue en el mismo lugar; por lo tanto, la
distancia es la misma, por si acaso…
¿Y, por qué ambicionábamos llegar a la Luna? Esta es una pregunta muy compleja
que aun hoy nos inquieta. El asunto es que a partir de ese acontecimiento seguimos
interesados en descubrir si hay otras formas de vida en el espacio. El hombre sigue interesado,
pero en ir más allá. Ahora le interesa explorar con robots y millonarias expediciones
espaciales. Su atención ahora está en Marte. Y seguimos preguntándonos si, algún día,
podremos comunicarnos con esas formas.
Buscando la comunicación
Comunicarnos siempre ha sido un problema. ¡No me van a decir que no es verdad!
Hasta en los mensajes de texto, con sus emoticones, nos hacen padecer malentendidos.
Quizás sea por eso por lo que aún en el presente hay tantos doctorados y diplomados
dedicados a la comunicación. Los humanos somos complicados y problemáticos (¡y
envidiosos!). Y si no me creen, volvamos al episodio de la famosa Torre de Babel que nos
narra La Biblia. Esta leyenda cuenta que existía un único idioma o una sola lengua en la
tierra. Sí. Una sola lengua, y todos los pueblos vivían felices. Pronto se juntaron varios
pueblos para construir una gran torre que alcanzara al cielo (la religión justifica esta intención
como arrogancia frente a Dios); y por eso, como castigo por tal temeridad, se generó una
gran confusión entre los hombres. Desde entonces, los pueblos se dispersaron por todo el
mundo y no pudieron entenderse más. ¡Que despropósito! Eso nos cuenta la leyenda.
¡Tremendo lío!
Tal pareciera que, desde tiempos remotos (y por obra de la divinidad), el destino de
la humanidad es la incomunicación. Habrase visto! Sin embargo, la ciencia tiene una opinión
bastante curiosa al respecto. Se ha sabido por un estudio realizado en 2011, por el profesor
Atkinson, que el origen de todos los idiomas del mundo es el mismo. ¡Aja! A este
descubrimiento se le llamó protolengua: es decir, la lengua madre de la que se derivan todos
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los idiomas (localizada al sudoeste de África). Entonces, Atkinson descubrió que todos los
idiomas del mundo usan los mismos fonemas fundadores. Esto resulta muy curioso, pues, al
final, tal y como parece, somos todos una familia cultural. A pesar de hablar distintos
idiomas, todos somos hermanos en la lengua. Por supuesto, esto no es nada fácil de digerir.
Estas novedades son un poco complicadas para comprender. Cuando yo era niña
nunca me imaginé un mundo tan diverso, nunca tan grande. Cuando somos niños, jamás
pensamos en un mundo más lejano que el de tu barrio, los vecinos, la casa de tus abuelos, la
escuela, la casa de tus compinches. El mundo nos parece chiquitico, del tamaño de tu cuerpo.
Miramos a la Luna en el cielo, cerquita. Lejos, sí, claro que está lejos, pero cerquita al mismo
tiempo. Podemos alcanzarla con la mano. Cuando somos niños, la geografía es del tamaño
del mapa de tu país. No cabe nada más. No sabes de idiomas o lenguas extranjeras a la tuya.
¡Tu lengua es la lengua del mundo entero! Así, sin más. ¡Y ya! Eso es así.
Recuerdo mis años de escuela. En aquel tiempo, inventábamos (repetíamos en
realidad) códigos fonéticos o silábicos para tener “exclusividad y privacidad” en las
comunicaciones. ¡Quien diría! Todo un alarde de tecnología sofisticada, la que usábamos en
nuestros años mozos para garantizarnos la reserva de cualquier mensaje entre los amigos más
cercanos. Apuesto a que más gente de la que pensamos, también usó el “cutí”, ¿cierto? El
“cutí” nos liberaba de los chismosos, y por supuesto, nos salvaba también de los oídos de
nuestras madres o hermanos mayores:
Cuti/quie cutí/ro cutí/que cutí/me cutí/di cutí/gas cutí/si cutí/Ed cutí/gar cutí/te cutí/be
cutí/só?
Cuti/no cutí/chi cutí/ca
Cuti/Ra cutí/fa cutí/el cutí/me cutí/di cutí/jo cutí/que cutí/tu cutí/le cutí/gus cutí/tas
¡Así de secreto! ¡Qué molleja!
Pienso en mi generación y juzgo que eso fue, quizás, lo más cerca que estuvimos de
comunicarnos en un lenguaje distinto al usado cotidianamente. ¡Qué atrevimiento! ¡Cuánta
osadía! Nos sentíamos valientes e infalibles dominando ese lenguaje. ¡realmente nos
creíamos infalibles! Y mientras crecíamos, con el paso de los años, fue apareciendo una
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especie “rara” en las grandes ciudades del mundo, como los hippies. Una especie de
“extraños” que bien pudieran pasar por “marcianos”. Lo cierto, estimados amigos, es que
marciano fue el término utilizado para nombrar a todo lo que fuera distinto, lejano, como
venido de otro planeta.
Y, ciertamente, marciano es el supuesto habitante de Marte, que comenzó a tener una
gran popularidad extendida a lo largo del mundo entero. De pronto, casi sin percatarnos, los
marcianos y los OVNIS comenzaron a tener su propia historia dentro de la historia de la
humanidad. Todo el mundo reporta avistamientos de platillos y naves espaciales en el cielo
terrestre. Extraordinarias películas de ciencia ficción y canciones diversas recorrieron todo
el planeta con extraordinaria fama y popularidad a lo largo de varios años. Tanto, que, en la
última década de este siglo, nuestro siglo, hasta El Pentágono ha oficializado avistamientos
y supuesta presencia de “vida extraterrestre” … conviviendo con nosotros. ¿Acaso usted no
se ha topado con alguno?
Los marcianos que conocimos
Seguramente usted recordará conmigo. De la época de mi niñez y adolescencia,
recuerdo a un gentil extraterrestre proveniente del planeta Melmac, conocido como Alf. Él
era un gracioso alienígena, bajito, peludo, que le gustaba comer gatos. Muchos de nosotros
quedamos “hipnotizados con los encantadores poderes de Alf. Qué decir del cuarentón E.T.
Esta película, conocida como “E.T, el extraterrestre” nos mostró un tierno, gracioso, extraño
e inteligente ser que solo quería volver a casa. ¿Y “Mi marciano favorito”? Esa fue una
divertida y famosa serie, tan añeja como yo, con un fascinante marciano (“tío Martin”) que
posee el poder de hacerse invisible, levitar, hablar con los animales y asomar sus dos curiosas
antenas detrás de su cabeza. Así, como este carismático extraterrestre, conocimos también a
Mork, un alienígena del planeta Ork (de la comedia “Mork y Mindy”, de los años 80) que
tenía poderes más avanzados que Alf, e impuso un lenguaje particular para sus
comunicaciones: “nano nano!”. Todos repetíamos el nano nano”, junto al saludo que
también utilizó el Sr. Spock de “Star Trek” o Viaje a las estrellas. Ya desde entonces se
suponía que los alienígenas se comunicaban en su propio idioma. La raza Klingon de Viaje
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a las estrellas tiene su idioma klingon. También los habitantes de Pandora, la luna del planeta
Polifemo, en la película “Avatar” tienen su idioma Na’vi. Me cansaría de nombrar textos de
la narrativa de ficción donde es posible disfrutar del “lenguaje” de seres extraordinarios y
fantásticos como los ya mencionados o como los elfos, por ejemplo.
Así pues, tal parece que el hombre ha creado todos los idiomas: los nativos y también
los extraterrestres. No obstante, las aventuras épicas permanecen en el ADN de la historia de
la humanidad. Disfrutamos las grandes luchas entre buenos y malos, entre la luz y la
oscuridad, entre el bien y el mal. Y, ciertamente, más que disfrutar de este tipo de historias,
la historia de la humanidad está cargada de sorprendentes batallas y cruzadas por el
conocimiento. Las invenciones son una prueba de ello. Las naves espaciales, los satélites, el
telescopio, los viajes a la Luna y a Marte son solo una muestra de esa ambición o pasión por
alcanzar o encontrar lo desconocido. No es casual que la mayoría de los autores de ciencia
ficción sean físicos de carrera y estudiosos de la ciencia. Por cierto, hago un espacio para
comentarles que hay un autor fascinante al que me gusta volver de vez en cuando, y
recomendarles a mis estudiantes: Ray Bradbury, quien escribió en 1950 las famosas Crónicas
Marcianas (dedicadas a la colonización del planeta rojo por parte de los humanos). Fueron
escritas antes de que yo naciera, sí. Pero como todas las grandes obras de literatura conservan
el esplendor eterno del tiempo. Se las recomiendo. Ahora, en esto de la comunicación con
los extraterrestres tenemos una fantástica película que mostró cómo la música podía ser el
vehículo de comunicación intergaláctica entre los humanos y los seres siderales. ¿La
recuerdan? Me refiero a la muy famosa y estelar película de Steven Spielberg Encuentros
cercanos del tercer tipo, de 1977, la cual usó las notas musicales Re, mi, do, do, sol como
saludo y contacto entre hombres y extraterrestres. Hoy está más que comprobado que la
música es un lenguaje universal, y que, además, ha servido como base de códigos musicales
que se han puesto a gravitar en el espacio… por si alguien allá afuera escucha… ¿Ustedes
qué opinan?
Si lo pensamos mejor, desde la perspectiva terrenal, esto de comunicarse con lo
extraterrestre (lo que está fuera de la órbita terrestre o simplemente lo astral, la comunicación
paranormal) también ha estado presente por años en toda la cultura ancestral de nuestros
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pueblos, como los chamanes, los brujos, los médiums de toda la historia. Desde tiempos
ancestrales hasta el presente se han utilizado artilugios de diverso tipo como bebidas
alucinógenas, los sueños, los códigos escritos, premoniciones, cartas, y cualquier cantidad de
rituales; lo que supone, de plano, un tipo de comunicación “muy particular” o no
convencional. Todo esto forma parte de las muy variadas formas en las que la humanidad ha
intentado interpretar lo desconocido, buscando conectar y comunicarse con lo que está
(literalmente) fuera de este mundo.
Telepatías, médiums y redes sociales
Estos tiempos modernos, sin lugar a duda, son tiempos de noticias, escándalos y
exhibición. Las redes sociales se prestan para eso. Plataformas globales para la exhibición,
grandes escándalos y, por supuesto, para las grandes noticias. Los médiums de hoy son esos
brujos y chamanes de nuestros ancestros. Recuerdo que en algunas películas y obras literarias
podías encontrar (como en la vida real) a la que leía la bola de cristal, las cartas, la palma de
la mano o el residuo de la taza de o café. Ya no hay mesas que se elevan ante los ojos
atónitos de clientes tomados de las manos. Podías encontrar en buena literatura de ficción
personajes que predicen el futuro y se comunican telepáticamente con otros desde la
distancia. No. Ya no. En la vida real, la nuestra, la terrestre, la de verdad, no existen pruebas
fehacientes de que la telepatía exista. La ciencia rigurosa o la comunidad científica considera
todo lo anterior como no confiable, es decir, lo arroja en el cajón de la seudociencia.
En la actualidad, lo que cuenta es el espectáculo. Es el tiempo del show, de los
números, tiempo de rating. Noticieros estelares, programas de farándula, y programas de
corte reality show se han mediatizado a lo largo del mundo entero, especialmente por los
medios de comunicación. Famosos y reconocidos médiums son capaces de interpretar a los
que ya no tienen un cuerpo físico. Logran comunicarse con seres intangibles y etéreos
(generalmente familiares difuntos). Al parecer, la lista de consultantes es interminable y la
cita con estas materias puede demorar meses. Eso cuentan las malas lenguas de los
chismosos. No imagino el costo de la consulta en estos tiempos dolarizados.
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Recientemente, en estos últimos años postpandemia, en junio de 2022, apareció
públicamente una mujer colombiana que se hizo tendencia en las redes sociales ¿Pudieron
conocerla en las redes? Bueno, me dirán que eso es lo que ocurre frecuentemente: aparece
alguien que se hace viral en las plataformas. Y es cierto. Pero esta mujer se viralizó
rápidamente por hacer algo muy particular. ¡Hablaba extraterrestre, la muy extraterrestre!
Muy probablemente quien viera los videos la juzgaría, de inmediato, loca; pues asegura que
habla el idioma de los extraterrestres. ¿Será posible? Confieso que no pude parar de reír la
primera vez que la vi en un video. Por supuesto que me dije: ¡y esta hija deChewbacca!
Vino a mi mente una avalancha de imágenes y sonidos guardados en la memoria; y recordé
mi extraordinario súper código secreto “cutí”. Recordé también las “lenguaradas” de mis
hijos (y de todo bebé pequeño) cuando aún no hablaban formalmente nuestro idioma. Pensé
también en los conjuros en latín; y por supuesto, en todos los idiomas inventados para la
recreación, producto de la ficción, presentes en algunos famosos libros y películas. No se
imaginan la indignación que sufrí. Casi me orino del ataque de risa, también. Seguro, a alguno
de ustedes le pasó igual.
Mi indignación fue por la osadía y el supuesto lenguaje extraterrestre viralizado por
la médium colombiana. Obviamente, no es tal. Expertos académicos coinciden en que lo que
utiliza esta mujer al hablar en su show mediático son algunos sonidos de la lengua sumeria.
Para quien no lo sepa todavía, el sumerio fue el idioma del antiguo Sumer, que se habló en
la antigua Mesopotamia. Como idioma, no existe, porque ya es una lengua muerta. Muerta,
muertita. Pero, si volvemos a la idea de que el hombre ha creado todos los idiomas del mundo,
quizás no sea tan descabellado pensar que somos también parientes de los extraterrestres.
Dicen por ahí que la estrella de Belén era un Ovni, y que Jesús, quizás, fue allegado de los
Anunnaki. ¡Vaya usted a saber! ¿Qué dicen ustedes?
Mientras tanto, me sirvo una espumosa bien fría y canturreo camino a mi hamaca,
desde donde veo el mar y el oscuro cielo estrellado. Tarareo los versos de una canción de mis
recuerdos, que llega a mi balcón (que, por cierto, de vez en cuando, como hoy, coloca mi
vecino), muy popular, a ritmo de cha cha cha, que se adelantó al gran alunizaje de Armstrong,
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cantada nada menos que por el gran Tito Rodríguez: “Los marcianos llegaron ya / y llegaron
bailando ricachá”, “ricachá, ricachá, ricachá / así llaman en Marte al cha cha cha”.
¿Será que también bailan salsa los marcianos?...