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de la modernidad. Podría inferirse que escribe una distopía porque es lo que corresponde a
ese tiempo distinto1.
La utopía es, en tanto género literario y modelo teórico, uno de los más definitivos
artefactos modernos. Una afirmación que se fundamenta en la premisa de toda utopía,
literaria, política o del tipo que sea: puede construirse racionalmente una sociedad mejor.
Es una manifestación de la razón lo que apreciamos en las calles ordenadas de Utopía; el
pensamiento humano estructurado, lógico; transformado en la simetría de la ciudad
imposible2. Neusüss (1971) lo explica:
El principio utópico se puede superponer efectivamente al concepto de planificación
si con éste no se quiere dar a entender simplemente «economía planificada y
centralizada» (…), sino como postulados y acciones generadas que, en su conjunto,
persiguen un cambio y una nueva estructuración de la comunidad humana de
acuerdo con determinadas perspectivas de la razón. (p. 51)
En los más de dos siglos de modernidad se pueden distinguir etapas que van desde
la Ilustración hasta la modernidad tardía. Es la etapa más reciente la que es objeto de
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Algo idéntico hacen escritores como Russell Hoban con Riddley Walker (1980), J. G. Ballard con Hello
America (1981), Vladimir Voinóvich con Moscú 2042 (1982), Haruki Murakami con El fin del mundo y un
despiadado país de las maravillas (1985) y 1Q84 (2009-2010), respectivamente; José Saramago con Ensayo
sobre la ceguera (1995) y Ensayo sobre la lucidez (2004), respectivamente; Michel Houellebecq con La
posibilidad de una isla (2005), Stephen King con Under the dome (2009), Anna North con America Pacifica
(2009), Vanessa Veselka con Zazen (2011), Emily St. John Mandel con Station Eleven (2014), Claire Vaye
Watkins con Gold Fame Citrus (2015), Paolo Bacigalupi con The Water Knife (2015), Ben H. Winters con
Underground Airlines (2016), Omar El Akkad con American War (2017) y Betina González con América
Alucinada (2017); entre otros muchos. Aunque herederos de Zamiatin, Huxley, Orwell y Bradbury, todos
estos autores —nótese cómo la mayoría son mujeres y estadounidenses—y varios otros no listados aquí; con
sus desastres naturales que ya no son las advertencias de los 70, sino la realidad hoy; con sus pandemias, sus
regímenes posdemocráticos, etc., escriben distopías que ya no pertenecen a la primera modernidad. Al
respecto, hay todo un subgénero distópico; la distopía ecológica, que pone el acento, no del todo
recientemente, en el cambio climático. Una lista no exhaustiva de novelas agrupadas bajo esta etiqueta
publicadas a partir de la modernidad tardía debería incluir: ¡Make Room! Make Room! (1966) de Harry
Harrison; en la que luego se inspiraría la película Soylent Green (1973), Parable of the Sower (1993) de
Octavia E. Butler, Mara y Dan (1999) de Doris Lessing, La chica mecánica (2009) de Paolo Bacigalupi, Far
North (2009) de Marcel Theroux, Odds Against Tomorrow (2013) de Nathaniel Rich, Maddaddam (2013) de
Margaret Atwood, Distancia de rescate (2014) de Samanta Schweblin —que ganó prominencia al ser
traducida al inglés como Fever Dream en 2017—, Void Star de Zachary Mason (2017), Walkaway (2017) de
Cory Doctorow y New York 2140 (2017) de Kim Stanley Robinson.
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Es inmejorable el libro de Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles, para ilustrar la construcción utópica de
ciudades como un juego de la razón.