Manifestaciones literarias de prensa.../ Karina Monsálvez
Artículo
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Coronel era entonces una bullente ciudad dotada de servicios básicos tales como
hospital y lazareto, y de mercados bien abastecidos de pescado fresco, verduras
y carne a bajos precios. Contaba además con numerosas “amenidades”: entre
éstas, su teatro, punto focal del centro citadino. En este sector se habían erigido
buenos edificios construidos con ladrillos manufacturados en las fábricas de los
alrededores. Entre los edificios más notables se contaban el de la aduana, la
estación, la casa de ingenieros del ferrocarril y los edificios públicos. La plaza
estaba bien trazada y adornada con una elegante torre de reloj. Contigua al sector
central y en calles polvorientas, se situaba un área comercial, donde
predominaban los apellidos alemanes, españoles, ingleses e italianos. También
allí, pero bordeando con los últimos sectores habitacionales, se agrupaban bares
cafés, salones, casas de empeño y prostíbulos (…). En los arrabales, el aspecto
de la ciudad cambiaba dramáticamente (p. 135-136).
La descripción de Ortega da cuenta de cómo la organización del espacio en Coronel
imita las estructuras propias de las ciudades que surgían a fines del siglo XIX, propiciando
un diálogo con la idea de ciudad moderna latinoamericana; al respecto José Luis Romero
indica que “surgieron calles y paseos, buenas y hasta lujosas residencias, el infaltable teatro
de las ciudades que querían manifestar su anhelo de bienestar y prosperidad y todos los
servicios propios de una ciudad moderna. Una sociedad activa y la mano de obra barata –
hasta un grado dramático— que ofrecía la región consolidaron la función de la ciudad en un
área que carecía de ellas” (1986, p. 257). De este modo, se fue fundando en Coronel una
urbe, aunque periférica, también conectada con los procesos de modernización y con nuevos
sectores políticos y sociales que emergieron como resistencia a este desigual desarrollo.
En las construcciones mineras de la zona del carbón hubo predominancia de comerciantes
foráneos, esto se debe a estrategias políticas que –según señala Gabriel Salazar (2014a)–
favorecían la instalación de sociedades extranjeras creando un Estado de integración hacia
afuera, es decir, una economía que le otorgase a Chile un puesto en el mercado internacional.
Así, la instauración de la industria minera de la cuenca carbonera fue constituida en 1859
por la sociedad de Matías Cousiño (criollo), Williamson y Duncan (ingleses), y Federico
Schwager padre e hijo (alemanes).
La forma de organización social de las regiones industrializadas se condice con lo
expuesto por José Luis Romero (1986) quien indica que “las empresas eran casi siempre de
capital extranjero, y extranjeros fueron sus gerentes, ingenieros, sus mayordomos y, a veces,
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