Cuarto escenario
Es justo en la puesta en escena cuando un músico demuestra todas y cada una de las
habilidades o destrezas adquiridas durante su proceso de formación. Sin embargo, ese momento
será el reflejo de cómo este artista consolidó su aprendizaje, ya que un músico formado a partir
de modelos academicistas, en donde la recirculación de la información es el centro de atención,
demostrará públicamente habilidades musicales mecánicas o aprendidas de memoria, lo que trae
consigo una ejecución carente de musicalidad, ya que en la misma no existirán afectividades,
emociones, ni libertad interpretativa.
Sin embargo, cuando la conciencia auditiva está consolidada en el individuo y ha formado
parte de un proceso de aprendizaje escolarizado bajo un modelo educativo constructivista,
apegado a las nuevas tendencias y con los métodos de la enseñanza musical que, además, lleva,
en paralelo, un proceso de práctica reflexiva, la cual puede ser establecida desde la actividad
musical profesional o desde un aula de clase, puede generar aportes o propuestas en escena.
En una puesta en escena, según Sánchez Medina (2002), el artista tiene la posibilidad de ser,
a través del acto creativo, el develador de todo aquello que el espectador no puede percibir en su
cotidianidad, es decir, se presenta una realidad develada que atraviesa el cuerpo y la mente del
actor, en este caso, del músico.
Esta actividad develada, en el ámbito musical, no es más que la ejecución de una obra musical,
pero, para que tenga un impacto emocional o afectivo en la sala donde se presente, el mensaje
debe ser contentivo de matices y expresiones en cada discurso, evitando la ejecución mecánica de
esos compases. Para tal fin, el artista se valdrá de su memoria melódica y su desarrollo auditivo
para ejecutar las obras de una forma libre y con interpretaciones, con un amplio sentido de
musicalidad y coherencia. Esto, además es el resultado de un proceso cognitivo con
representaciones mentales simbólicas en donde la comunicación sonora es la base.
Este proceso de comunicación, en el que el mensaje propiamente dicho es la música, puede
entenderse desde un punto de vista semiótico, ya que la comunicación, desde esta perspectiva,
aparece como un elemento constructivo y generador de estructuralidad en diferentes niveles, bien
sea biológico o social (Vidales, 2011). Este proceso de comunicación se fundamenta en la
identificación de signos, los cuales, desde la mirada musical, están sustentados por las
representaciones sonoras que antes de ser identificados visualmente en una partitura, son
percibidos por el oído y comprendidos a nivel cognitivo luego de un proceso de discriminación y
análisis.
Quinto escenario
En este nivel, el profesional -en formación o consolidado- debe poseer una conciencia acerca
de los fenómenos musicales, sonoros y pedagógicos, ya que debe reconocer, a través del
pensamiento crítico, cuáles son sus potencialidades, examinar y discriminar todos y cada uno de
los elementos sonoros que perciba y comprender su alcance a nivel musical y su utilización dentro
de diferentes contextos, haciendo uso de formas, estilos y reglas musicales en cuanto a percepción,
composición, arreglo e interpretación.