No es de extrañar, entonces, que el 5 de noviembre de 1529, entrara el emperador a Bolonia
para ser coronado por el Papa Clemente VII, frente al Colegio Cardenalicio, y saludara al Papa
en español.
Celebérrima es la rodomontada (bravuconería, en italiano) de Carlos V, de 1536, en la que
humilló al Papa Paulo III, que se vio obligado a aceptar como lengua con rango internacional la
lengua del emperador Carlos V. Nos cuenta Pierre de Bourdeille (1995) que el 17 de abril de
1536, lunes de Pascua de Resurrección, el emperador Carlos V, de regreso de Túnez, se dirigió
en español al papa Paulo III, los embajadores de Francia y Venecia y el Consistorio Vaticano,
para justificar su política de enemistad con el rey francés, aliado de los turcos, en un famoso
discurso. Habló durante hora y media. Acusó al rey de Francia de deslealtad con la cristiandad,
según cartas suyas con Barbarroja. Para evitar la muerte de inocentes, desafió al rey francés a
un combate singular, armado o desarmado o en camisa, con espada o puñal, en una isla o ante
sus ejércitos.
Alardeó un tanto, por arrogancia, de su victoria en Túnez y La Goleta. Estaban presentes los
dos embajadores de Francisco I, el uno, el obispo de Macon, embajador ante Su Santidad y el
otro, Velly, embajador ante Su Cesárea Majestad, Carlos V. Ambos reconvinieron al emperador
por expresarse en español y no en otro idioma más inteligible. En ese momento el latín era la
lengua internacional.
Hubo cierta chanza por parte del emperador, pues de haberlo querido habría
hablado perfectamente en francés, o en italiano, por el país y lugar donde se
hallaba, o incluso en alemán o flamenco, por su país natal, y hubiera dejado en
ridículo a los otros, porque conocía todas esas lenguas; pero solo quiso hablar
español, tal vez por humillar a aquellos embajadores y a algunos cardenales
franceses y a otros partidarios del rey [de Francia]; o acaso por desdén, altivez y
ostentación, para honrar mejor su idioma, el cual, ya lo he dicho, es muy propio
para amenazas y altanerías. Aquel embajador se equivocó, y no debió poner en
evidencia su necedad, sino dejar hablar al emperador, y escucharle y entenderle
bien, y después pagarle con la misma moneda contestándole en francés.
Bourdeille (1995)
El emperador Carlos V se dirigió al Obispo de Macon, embajador francés ante el Papa, y le